martes, junio 05, 2007

Falsa solidaridad

Comentamos con los compañeros de promoción del trabajo cuales son los planes para las vacaciones de este verano, ya tan próximas. Hay planes de todos los tipos, desde la pareja que se han gastado el dinero en invierno viajando para verse ya que les separa la distancia y deciden pasar el verano en el pueblo, sin gastar dinero y juntos. También está el desafortunado que le cae mal al suegro y no puede irse con ella de vacaciones y se pasará el verano en la playa sin saber si pasar por el aro del matrimonio o irse con la música a otra parte. Otros tienen la agenda ocupada y no saben decir que no, así que ya tienen calculados cuantos días van a pasar en cada pueblo y que ruta van a seguir.

Pero hay un plan estrella en los últimos años que está de moda, el que lo ejecuta se gana la aprobación y casi admiración de todos los que le rodean. Son esos viajes de solidaridad que consisten en irse quince días a un país subdesarrollado, visitar un pueblo perdido de la mano de dios y ayudar en lo que haga falta.

El sujeto de mi promoción se va a la India y dice que va a estar enseñando inglés a los niños de un pueblo durante quince días y ayudando en lo que haga falta. Es admirable que haya gente así, que después de todo el año trabajando busque vacaciones de ese estilo.

Pero a mí me parece una gilipollez, me parecen que sirven para poco, que los cambios que necesitan esos países subdesarrollados son mucho más radicales que enseñar inglés durante quince días a unos niños desnutridos.

Pero lo que más me encabrona es que se pasen todo el año sin pensar en los demás, sin ser solidarios con nada de lo que forma parte tu círculo habitual de vivienda y luego se recorran 10.000 kilómetros para levantar una pared o cavar un pozo.

Hay mucha gente necesitada en las aceras de nuestras calles, mucha gente que pasa hambre durante el día, mucha gente que se muere de frío por la noche ya que duerme en la calle, muchos adolescentes que no han tenido a nadie que se preocupen de ellos y que no tienen ningún provecho. Pero estas personas nos molestan, no nos gusta verlas en los portales de nuestras casas, no miramos cuando andamos en las calles a los ancianos que se ven obligados a dormir en los cajeros de las sucursales bancarias. Nunca he visto a nadie que le diese un ataque de solidaridad instantánea y se metieran en el cajero a enseñarles inglés. ¿Eso es absurdo? Lo otro también, sólo que viste mucho más darse un viaje de 10.000 kilómetros para enseñar que significa “hello”.

Empecemos por reciclar el periódico que leemos todas las mañanas, por dar limosna a los mendigos de nuestras calles y no pensar que si están en esa situación es culpa suya, empecemos por reconocer los mismos derechos a los inmigrantes que huyen del hambre de su país natal, por donar sangre cada tres meses para las personas que lo necesitan, por ayudar en los hostales que acogen a los sin techo y los dan de comer….

Hay muchas personas que necesitan nuestra ayuda en la propia ciudad en la que vivimos. ¿Por qué no ayudamos primero a los que tenemos cerca y cada vez a los que están más lejos?

Porque la mierda nos gusta muy lejos y solo durante quince días.

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